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Respetar las fechas de conservación de los alimentos nos ayudará a disfrutar de un verano saludable

Durante el verano es frecuente oír hablar sobre el especial cuidado que debemos tener a la hora de manipular y consumir determinados alimentos. El calor hace que las intoxicaciones alimentarias se incrementen por la proliferación de diferentes bacterias, algunas de las cuales pueden llegar a tener consecuencias muy serias. No hay más que recordar el ejemplo de la crisis surgida este verano a raíz del brote europeo de E. Ecoli en Alemania que ha dejado tras de sí más de 40 víctimas mortales. Por otra parte, según el Ministerio de Sanidad, la mayor parte de las infecciones alimentarias que se producen anualmente (unas 15.000), se dan durante el periodo estival.
Por eso, desde todos los ámbitos se insiste en la importancia de aplicar unas mínimas medidas preventivas en la conservación de los alimentos.
Para ello, debemos estar atentos y cumplir las fechas de límite de consumo y caducidad que nos indican las etiquetas de los productos. Para entender un poco mejor estos conceptos, hemos pedido a Carolina Muro, responsable del Dpto. de Nutrición de la Fundación Alimentum, que nos ayude a saber interpretar adecuadamente estos datos y conocer, de primera mano, qué consecuencias puede tener no cumplir con estas indicaciones.


En primer lugar le pedimos que nos explique qué diferencia hay entre la fecha de caducidad y el consumo preferente. La fecha de caducidad o fecha límite de consumo indica que después de esa fecha el alimento no se considerará comercializable y no será apto para la alimentación humana. La fecha de consumo preferente indica el periodo dentro del cual, en condiciones normales de manipulación y almacenamiento, el producto conserva inalteradas sus características iniciales. Después de esa fecha el alimento puede ser todavía apto para la alimentación humana. Su consumo no ocasionará ningún problema para la salud. Si bien, a partir de esa fecha irá perdiendo paulatinamente sus propiedades organolépticas como el sabor, el aroma, o la textura.
Los alimentos perecederos (aquellos que tienen una vida útil de 2 a 30 días) llevarán la leyenda ‘fecha de caducidad’ seguida del día y el mes en dicho orden. Entre ellos se incluyen los productos lácteos, los productos frescos de panadería, las carnes, aves y pescados frescos, y las frutas y verduras frescas. Sin embargo, los alimentos semiperecederos y los alimentos no perecederos llevarán fecha de consumo preferente. Esta fecha se expresará con la leyenda ‘consumir preferentemente antes de’ seguida de el día y el mes en alimentos cuya duración sea inferior a 3 meses, el mes y el año, en alimentos cuya duración vaya entre los 3 y los 18 meses y el año, en alimentos cuya duración sea superior a 18 meses.
Entre estos encontramos desde los quesos, helados o encurtidos hasta los alimentos congelados, legumbres o frutos secos.

Estos criterios se recogen según nos explica Carolina en la normativa europea, Directiva 2000/13/CE y en nuestro ordenamiento nacional a través del Real Decreto de Etiquetado 1334/99 por el que se aprueba la Norma General de Etiquetado, Presentación y Publicidad de los Productos Alimenticios.




Sobre las consecuencias que en nuestra salud tiene no respetar estas recomendaciones, la dietista nos apunta que es muy difícil fijar con exactitud matemática la fecha límite de consumo y/o caducidad de cada alimento ya que hay que tener presente que son muchas las variables que intervienen en su proceso de deterioro: la calidad de las materias primas y el proceso de elaboración, las condiciones de almacenamiento, el manejo en el hogar, etc.

Nos indica que aunque en el caso de la fecha de caducidad, una vez haya pasado se considera que el alimento no es apto para el consumo, es muy difícil establecer cuáles son las implicaciones para la salud si aún así, se consume. Estas dependerán del tipo de producto, del grado de deterioro del mismo,… incluso de nuestra propia condición de salud. Puede que consumir un producto caducado un día no nos afecte, pero el mismo tipo de producto y con el mismo grado de caducidad otro día sí lo haga.

En el caso de la fecha de consumo preferente, cabe destacar que después de la misma el alimento puede continuar siendo satisfactorio un cierto tiempo, aunque irá perdiendo cualidades organolépticas (sabor, aroma, textura).

La siguiente pregunta que nos surge al respecto se refiere a la utilización de los conservantes. ¿Qué son realmente los conservantes y para qué se utilizan? Un conservante es una sustancia utilizada como aditivo alimentario. El uso de los aditivos garantiza el aspecto de los productos en los que se emplea y facilita su preparación, conservación, almacenamiento y/o transporte.
En este sentido, efectivamente, los conservantes sirven para mejorar la calidad de los alimentos retrasando la descomposición causada por microorganismos, por lo tanto alargan la vida útil de los alimentos y así, su fecha de caducidad. Sin los aditivos no podríamos alimentarnos tal y como lo hacemos hoy en día. En cualquier caso, los conservantes se utilizarán con arreglo a la práctica de fabricación correcta con un nivel que no sea superior al necesario para conseguir el objetivo pretendido y a condición de no confundir al consumidor.

Las normas que regulan el uso de aditivos alimentarios son la Directiva 95/2/CE y el Reglamento CE/1333/2008, nos aclara.

Las etiquetas deben indicar toda la información
Para terminar, Carolina nos aporta una reflexión que no deberíamos olvidar. Aunque en verano tengamos que poner especial atención a la conservación de los alimentos debido a las altas temperaturas, debemos ser conscientes durante todo el año de que al realizar la compra nos convertimos en pequeños manipuladores de alimentos.
En primer lugar, tenemos que realizar la compra de forma responsable. Es decir, seleccionar primero los productos no perecederos y terminar por los productos frescos y los congelados. El tiempo que puedan permanecer a altas temperaturas estos dos últimos constituye un factor crítico para su conservación, ya que puede aumentar la posibilidad de proliferación de microorganismos.
Una vez en casa, la prioridad para almacenarlos se invierte. Hay que guardar en primer lugar los alimentos congelados y los refrigerados para no romper la cadena de frío y por último los alimentos no perecederos. Tampoco debemos olvidar que, a la hora de almacenarlos, no se deben mezclar los alimentos ya cocinados con los alimentos aún crudos.
Siguiendo estas indicaciones y cumpliendo los límites que nos indican las etiquetas, conseguiremos disfrutar de un verano más agradable y sobre todo, saludable.

Guía de la Alimentación Saludable.

Artículo elaborado por: Cristina Ruiz.

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