ENTREVISTA A ALEX TXIKON
Once
‘ochomiles’ avalan la trayectoria del vizcaíno Alex Txikon, que tras culminar el proyecto con Edurne
Pasaban en el que era parte de su equipo, en 2011 inició su andadura en
solitario con el objetivo de experimentar nuevas formas de hacer alpinismo. Desde
entonces, ha realizado diez expediciones. La última, Kanchenjunga (8586m) por la
cara norte, realizada en abril. Y siete meses más tarde, comienza la cuenta
atrás de su próximo gran proyecto: la conquista del K2 (8611m) en invierno,
hazaña hasta ahora no superada.
-
Alex, ¿qué es lo que se siente cuando uno se posa sobre una cima de más de ocho mil
metros de altura?
- Hacer cima solo es parte del
viaje. La gente suele pensar que al llegar a la cumbre se siente una especie de
subidón, pero en realidad toda la expedición supone emoción. Incluso antes de
partir de casa, como nosotros en estos momentos que dentro de un mes nos
marchamos hacia el K2 en invierno. Esa excitación la empiezas a sentir desde
que lo preparas: vas a estar tres meses fuera de casa, vas a tener que
enfrentarte a diferentes dificultades y peligros. Lo único que puedo tratar de
transmitir es que yo me siento libre al estar allí, cuando ves la magnitud de
las montañas, de sus glaciares y todos esos sitios maravillosos que te
encuentras. Porque cuando subes a una cumbre, no es como cuando corres una
maratón, no tienes gente aplaudiendo, ni te dan una Cola-cola. Cuando llegas
arriba hace frío, estas cansado y encima ¡hay que bajar! (risas).
Por otro lado, en mi caso, como en el de muchos escaladores y montañeros, no hacemos esto para los demás. Yo creo que la fama , el reconocimiento es algo externo sin ningún valor, sin ningún sentido. Es más, creo que cuando haces este tipo de cosas por los demás es más peligroso porque corres el riesgo de caerte, cometer un error, de no estar preparado y de equivocarte por la presión que tienes, incluso llegando a poner en riesgo tu vida.
-
Han sido muchos los intentos fallidos en hacer cumbre en tus últimas
expediciones. Supongo que en ese momento tienes que tener las cosas muy claras
para tomar la decisión de no seguir adelante.
- Durante todos estos años
destacaría que cuando hemos estado trabajando para “Al filo de lo
imposible” en equipo, por ejemplo, para que Edurne Pasaban fuera la primera
mujer en alcanzar catorce cumbre de más de ocho mil metros, entonces te marcas
unos objetivos que eran mucho más factibles que los que marcamos en la
actualidad. Ahora, antes que el Qué, damos prioridad al Cómo. Entonces las
dificultades aumentan y las probabilidades de hacer cumbre disminuyen. Desde el
2011 que hice ese punto de inflexión en mi carrera y dejé de trabajar en
equipos de apoyo, he empezado a hacer cosas relacionadas más con “lo que te
pide el cuerpo”. De esta manera, desde 2011 hasta ahora hemos hecho diez
expediciones y no hemos conseguido el éxito ni en la mitad. Sin ir más lejos,
este mismo año las dos expediciones que hemos hecho en ninguna de las dos hemos
conseguido llegar a la cumbre.
-
En esta nueva fase de tu carrera, ¿buscáis siempre diferentes rutas?
- Intentamos marcar rutas nuevas,
proyectos diferentes, que no se hayan hecho aun, como por ejemplo, la cara
norte de Kanchenjunga, que estaba sin
escalar desde hace veinticinco años. Intentamos hacer las trayectorias lo más
fieles posible y eso te expone, por ejemplo, a no llegar, a que las cosas no
salgan o que se compliquen. No hay un equipo de gente como en una ruta normal
de una montaña de ocho mil metros, que tienes a doscientas personas que han
pagado sesenta mil dólares para poder intentar hacer cumbre.
-
Una vez me dijiste que el miedo está en la cabeza. ¿Sigues pensando lo mismo?
- Con el miedo tienes que jugar
como si fuera una partida de ajedrez. No te puedes equivocar en los
movimientos. En invierno, por ejemplo, por encima de los siete mil metros
hay una línea muy estrecha entre la vida y la muerte, así que cualquier
movimiento es decisivo. Por otro lado, el factor psicológico es fundamental en
esos momentos en el que ya estás tan al límite que solo la cabeza es la que
marca la diferencia. La cabeza es la que te va a decir cómo actuar, te va
ayudar a sacar las fuerzas que necesitas en ese momento. Sin duda, la cabeza es
lo más importante, el tener la cabeza bien amueblada, aciertes o no aciertes, y
sobre todo, recordar que el fin último consiste siempre en volver a casa.
-
Son muchos los accidentes que ocurren en la montaña, pero este 2014 está siendo
especialmente trágico. ¿Qué está ocurriendo?
- El por qué de los accidentes
depende de muchos variables. En mi opinión, son muchos los que no estando
suficientemente preparados practican este deporte y sobre todo, he detectado
mucha gente con edades superiores a los 45 años que deciden introducirse en la
montaña sin experiencia previa suficiente. La montaña es muy traicionera y en
cualquier momento puedes perder la vida. Aunque también hay jóvenes que no se
preocupan de conocer bien la magnitud de las montañas. Y luego hay gente como
yo, que sin querer levantamos la guardia y nos matamos. Los accidentes en la
montaña pueden surgir en cualquier momento.
-
Ante esta situación, ¿qué recomendarías?
- No bajar la alerta, ir con un
buen equipo humano, con gente que sabes que no te van abandonar en los momentos
difíciles. No ir solo a la montaña, ni a ninguna pared y sobre todo valorar
bien los riesgos en las ascensiones. Hay que tener todo muy definido y, por
supuesto, una buena preparación física, técnica y táctica.
-
¿Alguna anécdota de alguna montaña que te haya marcado?
- Tengo muchísimas, de cada
expedición me quedo con una anécdota. Pero sí que es verdad, que últimamente
guardo con mucho más énfasis las expediciones que no hayan salido bien del
todo. Llega un momento después de tantos años, que toda esa energía negativa se
transforma en energía positiva. Aquí en occidente, creemos que la muerte no
viene para nosotros, que las enfermedades no son para nosotros. Cuando en
realidad muere cada vez más gente joven afectada por enfermedades como el
cáncer. Cuando viajas a África, Asía te das cuenta de que nos morimos. Yo antes
no tenía la muerte tan presente y ahora lo tengo más, no porque lo haya vivido
en primera persona, sino porque la gente nace y se muere y, a veces, a edades
que no les tocaría. Entonces te das cuenta de que la vida es injusta. Así que
yo creo que hay que estar atentos, disfrutar, vivir la vida día a día, no
perder ningún segundo de nuestra vida y hacer lo que de verdad nos guste, nos
motive y con amigos. Somos exactamente lo que dejamos atrás, lo que nuestros
amigos piensan de nosotros. Y eso es lo realmente importante.
"Izan Lagun gure bihotza, urtzeko gailurreko hotza!"
¡Que nuestro pensamiento y lejana compañía, supere el frío de la cima!
Artículo elaborado por: Zuriñe Álvarez
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